La Corte Suprema de Justicia de la Provincia se ocupará del destino político de Juan Manzur. Los cinco vocales consideraron que sí tienen competencia para resolver el raro amparo que presentó el Jefe de Gabinete -y Antonio Raed- para que el gobernador en uso de licencia de Tucumán pueda ser candidato a vicegobernador de la provincia. Tanto Manzur como Raed saben que esta presentación ante el Máximo Tribunal se hace por la mala praxis que ellos tuvieron cuando fueron convencionales constituyentes. Ambos hicieron el artículo 90 que hoy deja en duda si puede o no Manzur ser candidato a vice cuando viene de ser gobernador. La impericia de ambos que además juraron fidelidad a esa Constitución que hoy ponen en duda fue reconocida por el mismo Raed. En esta semana que se va para nunca más volver, confesó que estaban tan embelesados en hacer lo que les pedía José Alperovich que no se preocuparon por nada más. En el programa Buen día de LG PLAY, Raed dejó en forma transparente lo que siempre se dijo y nunca se reconoció. Muchos de los constitucionalistas oficialistas que construyeron la parchada Carta Magna que rige a los tucumanos fue hecha pensando en las necesidades del mandamás de turno -Alperovich en este caso- y no en función de los verdaderos destinatarios que son los habitantes de este provincia.
Por esa impericia y por ese desinterés la Corte tendrá que dedicarse a resolver el futuro de Manzur. La presentación hasta afectó el descanso de algunos vocales de la Corte que se quedaron con los pasajes en la mano y sin poder viajar. Tanto los miembros de este cuerpo colegiado como Raed -y Manzur- saben que esta es una brasa que incomoda. “Ninguna cláusula constitucional impide que Manzur sea vicegobernador”, espetó Raed ante las cámaras de televisión de LA GACETA. Si fuera así, ¿para qué presentó la acción de amparo que tantos dolores de cabeza va a generar? Es que además de no existir un hecho jurídico específico hasta el momento porque Manzur aún no es candidato a nada, sea cuál fuere la resolución de la Corte va a terminar minando su transparencia. Ya desde el comienzo la decisión de intervenir en la causa de Eleonora Rodríguez Campos y de Daniel Leiva, dos vocales que estuvieron bajo las órdenes de Manzur gobernador deterioran el fallo final.
Planteo mutante
El antecedente que tienen de esa manera de proceder es el fallo de la Corte Suprema de la Nación que le dio curso al planteo de Cristina Fernández cuando en plena pandemia pidió que se le aclare si el Senado podía sesionar en forma virtual. Aquella era una acción declarativa de certeza. En este caso el planteo de Manzur -y de Raed- es una acción de amparo y no una acción declarativa de certeza. En realidad es una picardía de Raed -y de Manzur- que utilizaron esa figura jurídica para esquivar la Cámara Contencioso administrativo que habría sido el camino jurídico correcto. Vaya a saber por qué los autodevaluados constituyentes no quisieron ir a esos Tribunales. En los pasillos dicen que le tuvieron miedo a esa instancia.
La Corte Suprema de la Nación, ante aquel planteo de Cristina, no vio un hecho concreto ni que tuviera lugar poner en esa tarea al Tribunal, pero no obstante, los ministros de la Corte señalaron que no veían problema para que el Senado pudiera sesionar legalmente por pantallas. Tal vez esa sea la mejor salida para los vocales de la Corte tucumana que aunque quieran verlo, no tienen el hecho jurídico a resolver ni la legitimidad de quien se presentó. Manzur aún no posee ningún papel legal que diga que va a ser candidato a Vicegobernador, por lo tanto el Tribunal no debería dedicarse a atender su causa. Raed, ante esa cuestión, sostiene que el único ciudadano en el mundo que puede hacer un amparo por esto es Manzur y por ello justifica la presentación. Y tampoco tiene en cuenta que Manzur en el mismo momento que el gobernador suba al avión y viaje, él estará ocupando el cargo de gobernador por tercera vez consecutiva algo que precisamente el artículo 90 dice que no se puede hacer.
Sólo una opinión
Los vocales de la Corte tucumana han puesto a sus relatores a revisar las bibliotecas para que este amparo sea resuelto como una acción declarativa de certeza que ingresó de contrabando en el escrito. Ellos tendrán que darle razones a sus respectivos vocales para que justifiquen la decisión de por qué no hay caso judicial y podrían violar esa jurisprudencia. No hay causa porque no hay candidato para la acción declarativa de certeza y, en todo caso, no hay alguien que se esté oponiendo o planteando alguna irregularidad al respecto como podría ser la autoridad electoral. No habiendo contradicho no debería la Justicia intervenir. Pero tal cual ocurrió con aquel planteo pandémico de la Vicepresidenta los relatores podrían hallar una salida haciendo que los firmantes digan que aún no habiendo caso no se ve un problema en el artículo 90 y por lo tanto a Manzur nada le impide hacerlo.
No obstante, los vocales de la corte van a estar aclarando, hablando y dando una certeza sin un caso determinado. Va estar para alquilar balcones cuando verdaderamente Manzur sea candidato y se inscriba como tal porque más de uno irá a la Corte a litigar de vuelta porque la cuestión no estará cerrada ya que al no haber caso la Corte habría resuelto una cuestión consultiva.
Todas estas elucubraciones dan vueltas por los pasillos de Tribunales. Desde lo político a ningún vocal le divierte la causa porque en cierto modo el gobernador y jefe de gabinete está poniendo en juego una red de intereses y de fidelidades que no le hacen bien a la independencia de poderes, y, por lo tanto, a la democracia.
El entretejido político de esta presentación judicial, cuyo fondo se empezará a debatir a partir de mañana, es mucho más claro que el intríngulis jurídico de Raed -y de Manzur-. El peronismo tiene tanto conflictos e incapacidades para ordenar sus liderazgos que si Manzur y Osvaldo Jaldo no están en la fórmula los riesgos de ruptura ponen en peligro la continuidad en el poder. Además está claro que Manzur necesita el mejor resultado el 14 de mayo para poder renovar credenciales a nivel nacional y poder aspirar a excelsos cargos nacionales. En síntesis, hay una preocupación muy concreta y muy personal que parece depender más de la firma de los vocales de la Corte que de los votos.
La foto-bumerán
La fotografía es una de las expresiones fantástica del arte. La belleza de sus creaciones la justifican. El periodismo se ha abrazado a ese arte para darle verosimilitud a los hechos que le toca relatar a cada minuto. Sin embargo, este fin de semana las fotos parecían esas cruces con las que en la Edad Media intentaban ahuyentar a los demonios. O, al contrario, estaban los que las buscaban para subrayar sus ambiciones. Prácticamente, no hubo político de la oposición que no haya ensayado la mejor sonrisa para lucirla al lado de Horacio Rodríguez Larreta en su visita a Tucumán. Seguramente servirá para el empoderamiento de algún candidato o para dirimir alguna discusión futura. Más de uno guardará esa foto en las redes sociales como quien guarda en el bolsillo una estampita para rezarle a algún santo que bendiga los acoples o las intendencias.
Larreta también sonrió para las fotos y quedó atrapado en miles de imágenes, pero lo importante fue lo que dijo. Cuando tuvo que referirse a la candidatura a gobernador por Tucumán de Juntos por el Cambio sólo le surgió un nombre: Germán Alfaro. El jefe de Gobierno porteño no dio lugar a dudas sobre sus predilecciones y sobre su apoyo. No tuvo problemas de sonreírles a muchos, pero fue tajante en su definición y en su elección hacia Alfaro. Por las dudas dijo también que aseguraba la unidad de la coalición opositora en Tucumán.
La agenda de Rodríguez Larreta tenía varias estaciones, pero había una (la cena aniversario de la Fundación Federalismo y Libertad) que iba a ser trascendental porque iba a estar toda la oposición. Precisamente el jueves surgieron los que organizaban desde la camisa y los zapatos a ponerse hasta el lugar en el que debían salir en la foto para mostrar unidad de la oposición. Pero, ciertamente, era eso simplemente una foto, un instante frío que podía congelar rostros, pero no los ánimos de los dirigentes de Juntos por el Cambio que aceptaron sacarse fotos pero no acordar -menos aún ceder- nada.
El tiempo pasa en la coalición opositora y todas son intenciones y potenciales acuerdos que siempre terminan en desacuerdos. Y, las palabras de Rodriguez Larreta fueron la confirmación de eso. Ni al radical Roberto Sánchez ni al titular de Creo, Sebastián Murga, les deben haber hecho mucha gracia los dichos. Es más, si se confirman el alineamiento de algunos dirigentes de Pro a Creo y la aceptación de este partido a Fuerza Republicana, Alfaro corre el riesgo de que aquellas palabras laudatorias y promocionales se conviertan en un bumerán que le pegue en la nuca. Y, si eso llegara a ocurrir, la unidad que proclamó el hombre de Buenos Aires, podría hacerse añicos, si es que no está ya resquebrajada.
La prudencia y el diálogo, dos virtudes que proclamó el arzobispo Carlos Sánchez, el miércoles pasado en un programa televisivo deberían ser prioridad en los líderes de la oposición para encontrar una salida al laberinto en el que se hayan encerrados.
Otras palabras
Rodríguez Larreta no fue el único que habló. También lo hizo Cristina. Al revés que el líder de Pro, las palabras de la vicepresidenta entusiasmaron a los ultra K que ya la ven candidata para 2023. Cristina fue, muy filosa y críptica en su discurso. Se preocupó por apoyar a Sergio Massa con especial cuidado. Dijo que el ministro de Economía estaba haciendo todo lo posible lo cual no significa que estuviera haciendo bien las cosas. En el mismo orden aceptó el acuerdo con el FMI pero tomó toda la distancia posible de él, echándole la culpa a Mauricio Macri. Lo más duro fue cuando dijo que el atentado en su contra tenía al ex presidente y a empresarios por detrás. No culpó de nada a Alberto Fernández pero lo ninguneó lo suficiente como para que no se luzca la figura presidencial.
La política argentina está en la punta del tobogán. Ha comenzado una vertiginosa etapa que concluirá con las elecciones del año que viene. Por ahora es el tiempo de las palabras y de los rompecabezas. Cada cual atiende su juego. En la oposición esperan que desde Buenos Aires encuentren solución a sus problemas, en el oficialismo tratan que no todo se dirima sin salir de esta pequeña geografía. Tanto en Juntos por el Cambio como en el peronismo los riesgos de quiebre son muchos, la diferencia es que mientras los líderes de la oposición quieren lo mismo y por lo tanto el equilibrio es muy difícil, los líderes del oficialismo tienen mejor distribuidos sus apetencias de poder, salvo que la Corte diga lo contrario.